Si existe un lugar público donde las medidas de higiene han de ser exhaustivas, ese es, sin lugar a dudas, un hospital o centro de salud. En este sentido, la fregadora industrial se ajusta a la perfección a tal contexto, debido al elevado grado de limpieza que puede llegar a desarrollar. Sin embargo, existen unos riesgos que han de evitarse, en su mayoría relacionados con el volumen de las máquinas. Por ello, siguiendo el sentido común, se aconseja utilizarlas en los momentos en los que se dé una menor afluencia de público para evitar posibles atropellos o choques.
En cuanto a medidas preventivas, la primera es realmente básica. Consiste en comprobar los niveles de los depósitos: de agua, de gasolina o de la batería eléctrica. Asimismo, la velocidad ha de ser en todo momento constante y se debe tener especial cuidado en las curvas. Por otro lado, las sustancias limpiadoras no han de ser inflamables, del mismo modo que se ha de evitar utilizar la fregadora cerca de fuentes con emisión de calor o atmósferas explosivas. Los objetos incandescentes han de recogerse previamente y los cepillos delanteros siempre han de ser los adecuados al modelo de máquina y fabricante.
Tampoco se puede limpiar nunca cuesta abajo y, en pendiente, ha de hacerse de forma transversal. Por su parte, las baterías deben cargarse únicamente en áreas ventiladas. Se han de utilizar igualmente las dos manos en la conducción y no se puede abandonar la fregadora sin previamente haberla apagado. En laboratorios se empleará un calzado específico antideslizante y guantes. En cualquier caso los operarios deben seguir a rajatabla las normas impuestas por cada centro de salud de forma escrita y emplear los detergentes adecuados para cada tipo de habitación. Asimismo, para pasillos o lugares estrechos, resultan ideales las pequeñas fregadoras con escasa emisión de ruido.